

Son 73 años los que han trascurrido desde aquel 9 de abril de 1948, fecha en que se partió en dos la historia política colombiana tras el asesinato del líder Jorge Eliecer Gaitán. Ipiales, como muchas otras poblaciones, sufrió esa transformación con el recrudecimiento de la violencia. El periódico Sur Liberal, días después del fatídico acontecimiento comenzó a plasmar aquellos hechos en beneficio de la memoria de los ipialeños.
Sur Liberal fue un semanario ipialeño cuya primera edición apareció el 17 de julio de 1948, meses después de ocurrido el magnicidio del Caudillo liberal. En el número uno, este periódico, destaca algunos aspectos del Inmolado líder, además de facilitar otros datos relacionados con las visitas que este hiciera a la ciudad de Ipiales, en los años 1933 y 1946.
Este periódico se mantuvo hasta comienzos de 1950, luego dejó de editarse dados los acontecimientos políticos que vivió el país con el gobierno de Laureano Gómez, la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, y La Junta Militar. Sur Liberal volvió a aparecer en 1959 y, según parece, duró hasta finalizar 1960.
Este medio de opinión, con tendencia liberal, se imprimía en la Tipografía del Hierro, como “órgano del directorio liberal de Obando”, fue fundado para destacar la ideología del partido y defender el legado de Jorge Eliecer Gaitán.
Sur Liberal es testigo latente de lo que significó la figura de Gaitán para los del sur de Nariño, sus páginas nos narran los acontecimientos, las visitas que el Líder liberal realizó a nuestra ciudad, la relación y cercanía que éste tuvo con notables ipialeños.
Queremos agradecer, de manera especial, al doctor Jacobo Chávez Vela por habernos facilitado la colección del Periódico “Sur Liberal” cuyo editor y gerente fue su señor Padre el abogado, político y dirigente liberal Leonel Chávez Agudelo.
El 9 de abril de 1949, aparece una edición especial, el N° 37, conmemorando el primer aniversario de la muerte del Caudillo, en él se hace alusión a los hechos ocurridos, el 9 de abril de 1948 en Ipiales, a la vez que hace un homenaje a los dos ipialeños que ofrendaron su vida en ese infausto día.
Inicialmente, de este ejemplar, extraemos los datos biográficos del hombre que se constituyera en símbolo de la lucha y defensa de los derechos de los colombianos.

“Humanistas de gran caladura intelectual, escritores de vasta disciplina y poetas de inspiración fecunda, han sido los apologistas del caudillo desaparecido; pero ello no obsta para que, los menos autorizados, intentemos forjar una expresión de un sentimiento que, como un pétalo deshojado del alma, haga también parte de la inmensa ofrenda floral, simbólica de un recuerdo pesaroso…”
“… El 26 de enero de 1903, en un barrio apartado y humilde de Bogotá, sin preparativo de boato ni anuncios, laudatorios, llega al mundo el que luego se bautizara con el nombre de JORGE ELIECER GAITAN. Como todo el que nace bajo la luz del sol, hubo de lanzar la primera lágrima, primer indicio de la existencia humana, sin pensar siquiera nadie que cuando esa existencia se extinguiera, llorarían con el sentimiento ingenuo de un infante, miles de gentes.
Su padre, don Eliécer Gaitán, hombre sin más caudal que su honradez, sus costumbres morigeradas y su ceño adusto ante los reveces de la vida; su madre, doña Manuela Ayala de Gaitán, mujer sencilla, con esa sencillez de la virtud, consagrada al magisterio para enseñar con el corazón y cimentar el renombre de los dueños del futuro. Ella, la madre y la maestra, con esa habilidad de todas las madres, fue formando un corazón y amasando un carácter, defendió sus miembros ateridos y junto a los pañales ásperos, murmuró una canción de cuna y bendijo al hijo que mas tarde fuera el orgullo de la estirpe. Ella le enseñó a dar el primer paso sobre la tierra y ciñéndolo a su pecho le contó de la vida las tristezas para que, cuando fuera hombre, ayudara a los que sufren.
El hijo no tuvo otra escuela que la de su hogar, y allí, ante el silencio de la soledad, y ante la escasa luz de su morada pobre, aprendió que el silencio es un grito del alma que se adormece con la fuerza de una voluntad rígida.
Pobreza en el comienzo, pobreza en la pubertad, pobreza en todas las etapas, una pobreza que nunca escaseó los tesoros de su espíritu y de allí que, pasados los años, en uno de sus discursos magistrales, Gaitán dijera: “Yo no aborrezco la riqueza, sino que nos enemigo de la pobreza”.
En el Colegio “Araujo” de Bogotá inicio la segunda enseñanza y a los 16 años de edad recibía el grado de Bachiller. En esta etapa, si su inteligencia empezaba a dar ya las manifestaciones de su potencia, fue más intensa todavía su voluntad recia. Desposeído de todo apoyo pecuniario, sin libros, acaso sin presentación social exigida, todo lo suplió con ese afán loco de conquistar un puesto distinguido y nada pudo vencerlo: ni el frío de las noches, cuando debajo de la lumbre de los faroles quietos devoraba los libros, hasta cuando su espíritu sonreía correspondiendo al alegre parpadeo de las estrellas, ni menos pudo agobiarlo el tiempo implacable, cuando dividido era para buscar su propio sustento y para alimentar su fe en el triunfo de sus anhelos. Su voluntad era, desde entonces, una mano nervuda que lo guiaba para salvar los abismos y ensanchar sus pulmones con el viento huracanado de las alturas.
Después del bachillerato ingresó a la Facultad Nacional de Derecho. Es un luchador mozo que se agita dentro de sí mismo; escruta sus propios sentimientos y toma la defensa de los humillados y oprimidos. A los 19 años tiene la primera intervención en una causa criminal y expone sus tesis durante tres días de agitada oratoria; al año siguiente es defensor en uno de los crímenes monstruosos de aquellos tiempos, conocido con el nombre de “Proceso de Ñapa”. Apenas cumplía los 21 años, cuando se deslindan las edades, para recibir el titulo de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, escribiendo la célebre tesis de “Las ideas Socialistas en Colombia”
En el doctorado no encontró una causa de engreimiento, ni trató de eclipsar su pasado para desafiar el porvenir con la pedantería de los ilusos. Anheló, por ante todo, penetrar más hondo en los arcanos de la ciencia y desde entonces comienzó su rebeldía para desligarse de la conformidad y abrirse un camino, si por lo largo fatigante, por lo recto, relleno de promesas.
En 1926 (23 años), sin más estímulo que su esfuerzo personal, viajó a Italia y se matriculó en la Real Universidad de Roma, donde al año siguiente, recibió el Diploma de especialización Jurídico-Criminal, para que luego la misma Real Universidad, le otorgara el Doctorado en Jurisprudencia con la mención de “Magna Cum Laude”. Y fue el profesor Enrico Ferri, el divulgador de la Escuela Positivista, quien le entregó el premio especial por él establecido, como una gran distinción entre sus discípulos del Viejo y Nuevo Continente… Allá escribió, en Italiano, la famosa tesis sobre la “Premeditación”.
Ante la magnificencia histórica de la Vieja roma, hizo, como Bolívar en el Monte Sacro, el juramento de volver a su Patria, para traspasar sus montes y sus ríos, proclamar la grandeza de sus ideales y luchar por la reivindicación de los derechos del pueblo
En los finales de 1927 regresa a Colombia y con todo el entusiasmo de su fe en el porvenir, de su confianza en su energía, tomó parte decisiva en los hechos de la patria y del partido liberal, sin descuidar nada cuanto influyera en el bienestar colectivo, como cuando en 1928, desde su curul de representante, alzó su ya conocida voz en defensa de los trabajadores de las bananeras, sacrificados ciegamente por haber reclamado que sus derechos a vivir mejor fueran atendidos; o como cuando en el histórico movimiento cívico del 8 de junio de 1929, su garganta se convirtió en clarín para anunciar que la vieja hegemonía tiritaba en su última pesadilla de dominio, y se fue entonces cuando se le diera el título de “Tribuno del pueblo” por más de veinte discursos pronunciados en sólo dos días.
Desde el triunfo del partido liberal en 1930 se incorporó en la política activa y en todo sentido le ofreció los invaluables servicios de su inteligencia preclara, su energía indomable y su magistral elocuencia, contándose únicamente su actitud diciente en 1933 para formar la llamada “Unión Nacional Izquierdista revolucionaria” con el periódico “Unir”.
Ocupó altas posiciones, como la de segundo designado a la Presidencia de la República, la Alcaldía de Bogotá, Ministro de Educación en la Administración del Dr. Eduardo Santos y de Trabajo con Darío Echandía, la de representante y senador de la República.
(…)
Criminalista especializado y de renombre continental, lució en el jurado y en innumerables audiencias públicas, ese armonioso urdir de frases que llegaban a conmover y convencer a los magistrados de la Justicia.
En 1943, inicia su campaña por la “Restauración Moral de la República”. Análisis severo y tenaz de los principios sociológicos, políticos y morales; discriminación de las pasiones humanas al servicio de los partidos ofuscados por el solo dominio de sus hombres, sin que les interesara el desamparo de la clase media, de la de los trabajadores o campesinos; examen etnológico del pueblo, de sus costumbres, sus inclinaciones, sus pasiones, sus inquietudes y emociones, para concluir que la degeneración de la raza colombiana va minando y corrompiendo las fuentes de la riqueza espiritual haciendo del hombre un pulpo social, ignorante de sí mismo y de su dignidad. Y con esa elocuencia tan propia de Gaitán, llegó hasta su pueblo para enseñarle los principios de la igualdad que confunden al tipo humano con el solo hecho de nacer para adquirir los derechos de persona, principio esencial en la formación de la sociedad; para decirle donde estaba ese mal incurable de su decadencia física y moral; para decirle la insalubridad del ambiente que lo rodea de hambre, de carcoma y de parálisis. Y le dijo al pueblo cuales eran los errores de los partidos militares para no abordar el problema de la injusticia social, y le habló poéticamente con la estadística, donde el balance era de la gran miseria del pueblo, a cambio de una minoría privilegiada, que consumía los manjares de sus festín oculto. Así mismo le hizo presentes las soluciones, los remdios y cómo se podría establecer un equilibrio equitativo.
El pueblo, sensitivo y atento comprendió ese lenguaje que llegaba a sus oídos como una revelación y a su propio corazón como un lenitivo de ternura; conoció al hombre que amaba a su pueblo y por eso siguió detrás de sus virtudes y detrás de sus errores como hombre; lo defendió con su músculo u su alma, y por eso quizo defenderlo hasta de la muerte misma.
Y ese mismo pueblo que despertó de su normal quietud, ascendió hasta su jefe; templo sus espíritu par amarlo con energía y seguirlo a través de todas las plazas, y en ninguna de ellas, tuvo el pueblo el concepto del temor de su caudillo, ni de su infidencia o de su deslealtad, ni de su desmayo ante el enemigo para proseguir la lucha hasta la conquista. Confió en {el y tuvo la esperanza tranquila de que al ceñirse la bandera de la Patria y su Pecho, tendría en 1950 un presidente liberal para todos, sin distinciones partidistas.

Foto Google
Fue Gaitán una voluntad enérgica y tuvo un solo pensamiento: “La reconquista del poder con el ejercicio de un derecho: el voto popular. Así lo dijo el 7 de mayo de 1946, cuando triunfante el conservatismo, apercibió a su pueblo para seguir luchando, con fe en el porvenir, y con el prestigio de la grandeza de su destino.
Como jefe único del partido liberal se impuso ante todas las circunstancias adversas y tuvo en su derredor a cuantos intentaron que no obrara y se callara, El solo, consciente de su responsabilidad, de los derechos y deberes del pueblo y de su capacidad física, mental y moral para dirigir, formó de todos sus programas un ideal para que el pueblo lo entendiera y sintiera; trasformó la situación de conformidad por la de la lucha para dar a su partido una mejor estructuración para que sea más fuerte, más respetado y respetable, y para hacer de la Democracia de Colombia la Religión de un Continente.
Que sí tuvo equivocaciones y cometió errores! No estaba exento de ello y tuvo Gaitán una más humana forma de ser hombre, porque encontró dentro de su carne y de su espíritu esa triple amalgama de inteligencia, amor y voluntad, que unifica, iguala y confunde al tipo humano, y tuvo en su pueblo el concepto de esa misma alianza. Comprendió que esa masa humana, integrada de diversos y contrapuestos tipos, caracteres y modalidades, diferentes unos de otros en relación con su mayor o menor cultura, con su mayor o menor economía, a mas de poseer inteligencia, amor y voluntad era un hervidero de sentimientos para querer un bienestar mejor, que haga del hombre una persona digna y de su sociedad un conjunto de grandezas. Y por eso amó, como ninguno otro, al pueblo, para decir, como lo dijo, en frase lapidaria: “Yo no soy un hombre, yo soy un pueblo”.
La bala que robó la vida de Jorge Eliécer Gaitán para ocultarlo en el misterio, hirió el corazón de la Patria, pero no penetró hasta sucumbirla, porque la sangre del mártir, del apóstol y del hombre que aprestigió un siglo, salpicó de su cuerpo inerme como un raudal de rubíes que enrojecieron la bandera de Colombia, que desde ese instante, se elevó entre los brazos de un pueblo, como la expresión simbólica de esta consigna: “por esa sangre de rubíes, el pueblo de Colombia escuchará la voz de Jorge Eliecer Gaitán, cuando desde la tumba le ordene morir por defender la gloriosa bandera liberal…”

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